[ ¿cuando perdiste el equilibrio? ]

¿Que cuando perdí el equilibrio? No tengo la menor idea, aunque puedo suponer…
Supongo, por ejemplo, que nunca lo tuve. Ya cuando era niña, muy niña, solía caerme a cada rato, lo cual me obligaba a usar unas botitas ortopédicas blancas en lugar de zapatos, o tenis, algo que evitara mis tropiezos, como intentando frenar así mismo el mal pronostico. Quizás fue antes, cuando faltando meses para nacer quise salir huyendo, o quizás después, cuando mi madre al verme no sabía quien era yo, ni que era, ni que haría conmigo.
Lo gracioso es que recuerdo con lujo de detalle muchas situaciones, tengo tantos recuerdos que a veces yo tampoco se que hacer con ellos, pero no puedo decir con certeza si era feliz o triste. Entonces, creo que de perder el equilibrio nada, creo que mas bien nunca lo tuve. Mi balanza se inclinó hacia algún lado, y casi siempre hacia mi padre. Mi madre… no sé, siempre pensé que no me quería, incluso le ponía pruebas, que ella irremediablemente fallaba, con una puntería tal que siempre me daba en el corazón.
Años después, cuando descubrí las intrincados y malolientes “secretos” que poblaban el lado materno de la familia, mis temores aumentaron, tenía miedo de ser adoptada, que digo adoptada, eso no hubiera sido tan malo. Tenía miedo de haber sido donada a mis padres por otro miembro de la familia y buscaba constantemente el parecido con alguien más. Con el paso del tiempo me convencí de que mis padres eran en realidad mis padres y entonces empecé a tener miedo de perderlos, de noche a veces no podía dormir, pensando y llorando por que tenía miedo de que murieran, miedo que, debo confesar, sigue por ahí haciendo mella a veces.
Después recuerdo mucha felicidad, hasta los 16, cuando de pronto, lo perdí por completo, sin motivo, sin saber como ni por que. Y empezó el trajinar por esa montaña rusa en la que casi todo eran bajadas… ¿equilibrio? No, de eso nada.
Ahora, me encuentro mejor, en mi centro. Si, me costó, pero sigo intentándolo, aprendiendo a tirar el lastre de los malos recuerdos, haciendo contrapeso en la balanza, entendiendo que quizás mi percepción fue errónea, perdonando y mirando al frente. Y sobretodo, asegurándome de demostrar el amor que siento, de decir lo que siento por que sé que es terrible tener dudas.