[ rota ]

Quería correr, me lo dijo a mi. Dijo que sería salir corriendo hasta tu casa, encontrar la forma de subir hacia la ventana que da a tu cuarto, entrar ahí y abrazarse a tus rodillas llorando. Pero no hizo nada de eso, tu lo sabes mejor que yo... Pero quería hacerlo, me lo dijo a mi.
Es todo mi culpa, debo admitir que fui yo quien le convenció para que no lo hiciera por que además, de todos modos, no podría salir. Yo le hable durante minutos y minutos, uno detrás del otro, y ella escuchaba, atenta, sangrando sin lagrimas, plena de la certeza de haberse perdido, de saberse perdida, pequeña, niña, indefensa y rota. Sobretodo rota, como esa muñeca que compro en aquel mercado, hecha de cartón y pinturas baratas, pero con los ojos vivos de dolor y lagrimas inútiles.
Pero te decía, y son sus palabras, no las mías; que lloraba mas por que solo podía ver en el recuerdo de esta tarde tus hermosos ojos cafés adornados con la luz de las cinco.
Y como lloraba. Hacía demasiado tiempo que no la veía llorar de ese modo, no lloró así jamás por... bueno, tu sabes por quien, y mira que le dolió. Eso si lo sé mejor que tu. Lloraba como si no hubiera nada más que tus ojos mansos y tristes.
Es cierto, tiene razón, tus ojos son tristes... o es que ¿también estás triste?
No te preocupes, llora si quieres, te prometo que no le diré nada. Lo mismo le prometí a ella.